25 de julio de 2008

Por que son jubilados violentos


Te acordas de los 90, va a ser difícil de olvidar y cada vez tenemos mas conciencia de lo que significo, no solo para Argentina, sino para Latinoamérica, la llegada del capitalismo de"libre mercado", el viaje a Miami, el todo por dos pesos, el desmantelamiento de las empresas publicas, la época del dinero fácil, y todo eso…
El escenario que prepararon para que los vecinos pidieran a gritos el remate de ypf, aerolíneas, etc., o el triste recuerdo de aquel payaso camuflado en doña rosa, vocero de la especulacion financiera en busca del paraiso para libertad del mercado. La querida clase media viajo, compro imbecilidades importadas sin percibir que empezaban a cerrar los talleres, que crecía la desocupación en millones. Pocos resistieron los embates de un sociedad desmembrada por los anteriores años de represión.
Ante ello, pocas voces apenas se oían pero hubo una que sangro al emirato menenista y abrió el camino para el 19 y 20 de diciembre del 2001. En la desesperación y ante la impotencia, cuando la resistencia desfilaba por la senda del anonimato, nadie se imagino que una manga de viejos pudiera tanto. Usted doña que tendría que estar jugando al domino o que debería morir en un geriátrico incendiado en el oeste del conurbano, estaba allí cortando la calle, marchando en la plaza, viejos que se tiraban a morir en las calles ante una policía atónita, su lugar era morir en la cama de un hospital, su camino era mendigar un poco de atención a los suyos.
No vieron venir que desde su humilde casa del barrio de San Jose, temperley, surgiria nuestra Juana de arco y con ella los dolores de cabeza para Cavallo, en la calles, al sol a la lluvia, con policías y con empuje, también con el cáncer, Norma Pla peleo hasta que pudo. A no olvidar los asados en la paqueta av. libertador en la residencia del Ministro, y como omitir su obra cumbre, el día que hizo llorar a la bestia.
En uno de sus últimos reportajes Norma pla dio a conocer que a pesar de la angustia y el cáncer que la asediaban estaba dispuesta a volver a las calles…


“Las crónicas recuerdan a Norma Pla, aquella desaparecida jubilada que una vez le preguntó al entonces ministro de Economía de Menem, Cavallo, si tenía madre. El ministro derramó lágrimas de cocodrilo, Pla le dijo entonces, no llore señor ministro, si no tiene que pagar la deuda externa, no lo haga, pero páguele a los jubilados...quedó en la historia, como que ese mismo ministro luego provocaría el exterminio del sistema previsional del país. Norma Pla, lider de los jubilados de Plaza Lavalle, que se hiciera conocida por haber levantado un campamento donde daba de comer a jubilados durante 60 dias y que llego a entrevistarse con Cavallo”.
Actualidad:
El 24 de julio murieron siete jubilados postrados en un geriátrico que ante un incendio no pudieron escapar, la nota se vio en un rinconcito de los diarios, se oyó en no me acuerdo que noticiero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola que onda la trinchera azul?


¿Acaso, esta vez, la presente poética murguera intenta explicar desde la subliminalidad de los colores, por donde hay que seguir la búsqueda?
¿Acaso todo esto se trate de un paraje sin trip, sin más colores que verdades, como hombres volando perdidos en el cielo, camuflados? ¿O bien es la otra cara de esa orquesta, sin director que va del arte, para adelante y como un tren... ¿que tren?
Si aquí acaso nos permitiéramos la libertad de imaginar a estos supuestos pequeños seres dentro de ese tren, cual si fuesen miniatura de cualunque transeúnte trabajante del apretujado viajado diario del transporte publico, y tuviesen por ellos mismos la capacidad de asomar a las diminutas ventanas y hablarnos de algo, sería probable, tal vez, que quisieran contarnos del color de su propia sangre. De la captura certera de una certeza, De la sangre cuando se vuelve trinchera, cuando ya no queda mas otro color.
También de las boquitas inaudibles a otras gigantadas de orejas malusadas, se reconfortarían en el unísono amuchedumbrado sin conciencia, para ser al menos parte de alguna existencia.
Si sus voluntades no fueran todavía reales, y la certeza pareciera rondar cercana aún, valioso sería entonces el aprecio a más insignificancias. Al menos quizás, sobre esas miraditas tan enanas, tan gigantes de miedo de ojitos premonitores, culpables del sinsentido pero en el afán incontrolable por la subsistencia. Valida anestesia a la somnolencia en el incansable maniobrar de los sentidos.
Miradas chiquitas y miedos grandes.
Temor que vuelve a valeroso anunciamiento, guerrero del cotidiano accionar en equilibrio contra el monstruo.
Monstruos, uno, dos, y hasta tres. Tres y el tren.
Indescifrable secreto de intenciones resguardado tras la sutil expresión que solo algunas deformidades aprenden a conseguir.
Mirada devorando el infinito en incongruente disparar de ojos. Globos como planetas desorbitados, encontrados con el más allá. El más allá como la desazón de lo inevitable, del futuro inalcanzable.
Pero el futuro es azul. Azul como un tren, como las vivas gotitas de sangre tras las trincheras. Como ausentes pieles de expectantes asesinos y barcos hundiéndose en espesores de engaño y mentira.
Pero en fin, la nada nuevamente.
Un monstruo gigante, un tren pequeño de azules. Nada de cierto. Dos, y el grande, trenes de azul, trincheras, monstruos, ventanitas, ojos, boquitas, orejas... la contradicción, maquetas de erróneas comparaciones y descuidadas conjeturas.
Nada menos cierto como el engaño fabulador de los colores en trenes de los que se disparan; sin trincheras y sin azul.
Sin realidades, solamente, es como se ven ahora tan concretos, tan amenazantes. La verdad es de quién la sepa defender y los azules no se tranzan. Como si ahora así fuera y lo insignificante pareciera llegar de advertencia. Por si acaso al fin el monstruo dijera:
-Este es el tren bala muchachos, y así se los voy a meter por el opi. Viva Perón.

...Si hay alguien por ahí, es verdad que anda bien escondido no?. Por favor no tiren que ahí voy llegando.

Pitufo gruñon